Bonao.-Con más de 50 años de servicios en el más antiguo de los oficios, un desalojo por el reclamo de algo más que lo equivalente a unos nueve mil dólares, deja eliminado “El Resbalón”. Como todo burdel convivió en el borde, límite noroeste de la zona urbana de Bonao, donde el río Yuna no hace meandro, pero si el trazado de la Autopista Duarte, unos metros más alejado de La Boca del Lobo de Luis Dias y Diógenes, pero cercano a la cima poética de sus noches, con romo malo y mujeres que abordaron en su “inocencia” el sitio desde las zonas rurales.
El Resbalón, nombre del accidente topográfico o de la caída moral, si queremos entenderlo así, bajo lo mejor de su propuesta ofrecía: resbalar, para caer y subir recargado de cariño; dejando allí los pocos pesos y las angustias de la vida. Con ellas, sus putas y un sonido de viejos boleros y guarachas que la bachata eclipsó. Allí acampó siempre el intercambio de cariño.

Un “Petit Madame” como la Barcelona antes de la guerra, en el ombligo del Cibao, en su eje Norte Sur, símbolo de las sombras masculina de todo nouelense, más allá de los citadinos bares: As y Espada en la Sánchez de Don Leo Robles o el Bronx de Chichí en el mercado, este bajo el sueño de la zona al Norte de la isla de Manhattan.
El Resbalón dio cátedras de una equivocada sexualidad, movida por la rapidez del pago, la que malogra la generalizada práctica de tan divina entrega, allí con Elvira (La Culua) que despachaba en un a mamá que si, a mamá que no. Pocos trastes mostró entonces la prensa en el dantesco acto del desalojo, para tanto vivido, solo sus vetustas sillas de cuero de chivo, el viejo tocadisco que los particulares solicitaban su selección musical. Ví la foto en la prensa local sin las muchachas de aquellos tiempos: Matilde (La bebé), Eusebía (La de Maimón), Milagrito pelo fino, La China y Yolanda la Profunda.
La deuda no pagada, la nueva modalidad de chapeo y citas express en redes sociales borraron la historia de la juiciosa divinidad del ser humano en ambos lados de la explotación humana, recogiendo miserias del cariño y restrojos de afectos mal pagados en ese antiguo mercado de encantos lujuriosos, allí sepultó el desalojo tanto que no me dan las lágrimas, perdón las líneas para novelar del sagrado recinto.
Hoy se ha perdido la dinámica, la entrega, pero quedó el punto y toda la sombra colorida de esa masculinidad que arropa como sociedad nuestras comunidades, vestidas de experiencias y cubiertas de dudas para callar en el tiempo.
